Editorial por Néstor Gorojovsky
La pregunta que nos tenemos que hacer
La pregunta que nos tenemos que hacer
"Yo, que vengo acá a hablarles como
presidenta de todos los argentinos –y no vengo a buscar votos–, tengo que
decirles con qué recursos les pagamos a ustedes los contratos y las
licitaciones: con lo que recaudamos de impuestos, por ejemplo. Y es ahí donde
comienzan a aparecer las diferencias con otras fuerzas políticas, donde dicen:
“hay que eliminar o bajar el Impuesto a las Ganancias, hay que eliminar o bajar
los derechos de exportación”. Y entonces, ahí está la pregunta: cómo hacemos
para financiar todo esto, si no cobramos impuestos. Yo creo que son preguntas
que nos tenemos que hacer." Cristina Fernández
de Kirchner a la 62ª Convención de la Cámara Argentina de la Construcción.
Buenos Aires, 25 de noviembre de 2014
Compartimos el planteo que hizo la
Dra. Fernández de Kirchner ante los grandes empresarios de la CAC. De hecho,
esa pregunta está en el corazón de las propuestas que (de un modo algo
distinto) hacemos los compañeros de Patria
y Pueblo-Socialistas de la Izquierda Nacional.
El público ante el que la Dra.
Fernández de Kirchner habló el 25 de noviembre impelía a preguntarse
retóricamente si se puede gobernar sin percibir impuestos. Los máximos evasores
y elusores impositivos de la República Argentina son las grandes empresas que,
en el ámbito de la construcción, fichan en la CAC. La Dra. Kirchner usó la
investidura presidencial para obligarlos a escuchar, resignados, una elegante
pero dura e inequívoca reprimenda.
Patria y Pueblo apoya a la Presidenta de la Nación en la faena que ejecuta, sacrificada
y eficazmente. Se pregunta, además, “qué
clases y sectores sociales tienen que pagar los impuestos que fortalezcan al
Estado argentino para que siga sirviendo a la voluntad de independencia
económica, liberación nacional y unidad latinoamericana de nuestras grandes
mayorías populares”.
Cuando, en respuesta a esta cuestión,
el gobierno kirchnerista perfora el techo que impone el estricto cálculo de
ganancias y pérdidas del balance contable, lo celebramos. Cuando se queda
detrás, sin embargo, proponemos, al conjunto de los argentinos, una salida
alternativa.
Lo primero ocurrió, por supuesto, en
el tema fundamental de la deuda externa, cuyo manejo marcó la
diferencia sustancial entre el kirchnerismo y sus predecesores inmediatos… y
mostró que estábamos ante un gobierno que, más allá de las imputaciones que
podrían habérsele hecho sobre el origen, recontactó la Casa Rosada con lo que
ésta había sido cuando trabajaba en ella Juan Perón.
Como bien dicen el Dr. Eric Calcagno
y su hijo, el diputado Alfredo Eric, “primero, el gobierno recuperó la
soberanía financiera mediante el desligamiento del FMI; segundo, reestructuró
la deuda externa (2005-2010); y tercero, aplicó una política de
desendeudamiento”.
Gracias a ello, y por más que
críticos tan feroces como mal encaminados nieguen los datos básicos de esta
descripción, “dentro de la deuda pública total (deuda bruta), cambió la
estructura de los acreedores: el 60% son agencias del gobierno. Además,
disminuyó de modo sustancial el peso de la deuda pública externa: en 2004 era
el 62% del PIB y en 2013 era del 11,6% … la carga de la deuda sobre el gasto
público disminuyó radicalmente (fue de solamente 1,3% del PIB en 2013, gran
parte del cual quedó dentro del propio sector público)”.
Todo esto se “salió” de las cuentas
del balance, e “hizo posible recuperar la soberanía económica y el poder de
decisión sobre nuestras propias políticas que había sido abandonado a las manos
del FMI y otros acreedores”.
La segunda situación parece estar
primando en el tema del mínimo no imponible al impuesto a las ganancias, donde
hace falta una revolución copernicana equivalente a la que se hizo en el mucho
más bravo terreno del endeudamiento externo. Aquí, efectivamente, el manejo
“algebraico” del balance fiscal engendra un malestar en la población que puede
terminar –como ya ha sucedido- regalándole innecesariamente masa electoral a la
antipatria.
La distribución de la carga fiscal,
es importante decirlo en primer lugar, subsidia a los más miserables, tal como
denuncian los sectores más ruines de nuestra sociedad y nadie que no sea tan
ruin como ellos debería atacar este gesto social y político de humanidad.
Pero también vemos que privilegia a
los más acaudalados, por más que chillen contra la “presión fiscal”. Esa
presión, entonces, recae exageradamente sobre las clases medias independientes
y los asalariados legales y con mejores convenios.
Para seguir sosteniendo los sistemas
de apoyo y ayuda a los más desfavorecidos lo que corresponde hacer ahora es
imponer adecuadamente a los sectores improductivos y golpistas. El rumbo
elegido hasta ahora deja en el medio a la gran masa del pueblo, que es campo de
batalla electoral entre el gobierno y sus enemigos. La política fiscal en
marcha puede terminar llevándonos a una encerrona funesta.
La cuestión fiscal no se reduce a
hacer justicia social e impulsar la actividad productiva del sector privado. Necesita
tener en cuenta que según quién pague el
peso del esfuerzo fiscal, y según quién se beneficie de él, será más fuerte o
más débil el mejor gobierno que supimos darnos los argentinos desde la muerte
del general Perón.
La política fiscal
también forma parte de la política electoral. La Dra. Fernández de Kirchner no fue a “juntar votos” a la asamblea de
la Cámara de la Construcción. Para un gobernante patriota, es más difícil
cosechar ese tipo de apoyos que lograr que el señor Héctor Méndez convoque al
economista Andrés Asiaín a desintoxicar ideológicamente la Unión Industrial
Argentina. Pero los resultados de las
acciones que sus palabras presiden se sienten, y con mucha fuerza, sobre el
propio campo de apoyo (el existente y el potencial) del gobierno y del que lo
suceda.(1)
En lo más inmediato, nos amenazan,
desde las usinas de la derrota nacional, con un diciembre desestabilizado.
Estabilizarlo (o, mejor aún, desestabilizar al enemigo de la Patria) está en
las manos del gobierno nacional. La política fiscal constituye una de las
claves de este tema. Clave que se enmarca en la vinculación más general entre
gobierno y asalariados. Al cierre de esta edición, las distintas conducciones
sindicales se empezaban a pronunciar en contra de la firme decisión presidencial
de mantener en su nivel actual el mínimo no imponible del Impuesto a las
Ganancias.
Y es comprensible: con la misma
fuerza con que el Dr. Vanoli destapa chanchullos rentísticos en las cuevas y
cavernas financieras o el Dr. Kicilloff combate junto a nuestro Canciller a la
usura internacional, con igual o superior empeño al que pone el Dr. Tomada en
regularizar las múltiples formas de ilegalidad laboral conocidas como “trabajo
en negro”, el gobierno nacional (y lo reafirmó la Dra. Kirchner en el discurso
del 25) insiste en derivar parte de la carga fiscal a los ingresos de los
asalariados mejor conveniados y mejor pagados.
En una situación crítica esto sería
aceptable (siempre y cuando se lo explicara con lujo de detalles), porque el
pueblo argentino nunca le sacó el cuerpo a la defensa del interés general de la
Nación. Pero el gobierno nacional, además, insiste en liberar de carga fiscal
las transacciones financieras, y otras actividades socialmente improductivas
como los juegos de azar. E insiste en mantener los niveles de aporte patronal
al sistema previsional en los números heredados del cavallismo. O, peor aún,
elude eliminar las múltiples formas de contratación generadas durante el auge
neoliberal o su concepto financiero y asegurador de la salud de los
trabajadores.
Y, lo que es mucho más importante
aún, no se decide a encarar una gran campaña nacional para devolverle a los
argentinos el control de su comercio exterior y finiquitar la extorsión
permanente de que nos hacen objeto los propietarios de la producción
agropecuaria pampeana.
Todas y cada una de estas decisiones
dañan, en primer lugar, al propio
gobierno nacional que apoyamos. Le achican la base social, desmovilizan y
dividen a quienes debería tener como pilar indoblegable de su accionar, e,
incluso, le brindan campo abierto a la oposición gorila. Si ésta no avanza más,
es por su propia incapacidad, pero no es buen criterio contar con los defectos
del adversario en detrimento del propio fortalecimiento.
Patria y Pueblo sabe que el lugar que le corresponde a una fuerza socialista de
izquierda nacional es seguir planteando las preguntas estratégicas, y ofrecer
respuestas sin temor de diferenciarnos de un gobierno que sigue defendiendo la
soberanía nacional y por ello merece nuestro respaldo. Para eso estamos,
mientras el pueblo argentino hace su propio camino y nos mostramos dignos de su
confianza.
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(1) Para Patria y Pueblo la encerrona electoral
es en buena medida una consecuencia de la reticencia oficial en encarar una
campaña que haga saltar los límites de las antidemocráticas cláusulas no
reeleccionistas de la Constitución de 1994. Creemos que una sola persona
concita el apoyo de las grandes mayorías, y que esa persona es la Dra.
Fernández de Kirchner. Sobre esto estamos emitiendo un documento que se
reproduce en la presente edición. Pero en esta editorial preferimos dedicarnos
a cuestiones más inmediatas.
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