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Salió PyP 41. Editorial. Conseguilo

Editorial por Nestor Gorojovsky

Quien esto escribe se permitirá, por una vez, ser personal. Varón y nacido en 1952, le tocaba votar por primera vez en 1973. Pero estaba cumpliendo el servicio militar, que privaba al ciudadano conscripto del derecho al voto. Según la ley de la época, se podía votar a partir de los 18 años, pero desde 1966 el país estaba sometido a una dictadura que reservaba el ejercicio de tal derecho a los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, que hasta podían sustituir la Constitución Nacional por un “estatuto” a la medida de sus intenciones. Así que el que firma tampoco había podido votar a partir de 1970, cuando le correspondía.

Para colmo, tras el retorno al orden constitucional, entre otras cláusulas antidemocráticas se impuso que solo hubiera elecciones cada cuatro años, en que se disputarían todos los cargos. La idea era simple: se le prohibía a Perón, ya mayor, presentarse en 1973, y con algo de suerte el exiliado se moría antes de las siguientes elecciones. Para este escriba, perdida así la oportunidad de votar en 1973, no habría otra hasta 1977. Pero en el medio hubo un 24 de marzo de 1976. Conclusión: recién voté a los 31 años.

No me asombra que ahora, las mismas fuerzas y corrientes políticas que de un modo u otro acompañaron los enjuagues antidemocráticos de mediados de los setenta y tuvieron su agosto durante el largo período de vasallaje republicano desplegado entre 1983 y 2001 se opongan a algo tan elemental como la extensión del derecho al voto (sin obligatoriedad, para colmo) a los 16 años. “Si fuera por mí, que recién voté a los 31, que voten a los 13”, dan ganas de decir.

Imposibilitadas de argumentar sensatamente, esas mismas fuerzas, hoy en la oposición, encontraron en un error ajeno el pretexto para debilitar la propuesta oficialista de extender el voto a los mayores de 16 años. Abandonaron el recinto de la cámara baja ante un innecesario exabrupto del diputado Andrés Larroque (“narcosocialistas”), dirigido al socialismo sojero de Binner que integra el FAP. 
Esta vocación por la restricción de los derechos democráticos, que cuarenta años atrás procuraba impedir la consumación de la voluntad popular, intenta hoy restringir la llegada de las camadas juveniles al cuarto oscuro, en un ejercicio de reaccionarismo comprensible quizás en los representantes más directos del interés oligárquico pero menos aceptable en el “ala progresista” de ese frente variopinto e irreconciliable cuyo único pegamento es el odio a Cristina Fernández de Kirchner y lo que ella representa: la posibilidad de ponerle fin a la vieja Argentina agroexportadora, de una vez y para siempre.

“Sepa el pueblo votar“, fue y es su doctrina explícita… y “que no vote hasta que aprenda”, la letra chica pero determinante. No solo se percibe en el caso del voto juvenil. Preventivamente, y a sabiendas de que en caso de haber reelección presidencial ilimitada, Cristina Fernández de Kirchner volvería a arrasar en las urnas, inventaron una intención presidencial de “perpetuarse en el poder por vía reeleccionaria” y redactaron documentos en contra de esa posibilidad.



Y, lo que es muchísimo más grave, se pliegan a la campaña de defensa del monopolio ideológico de los grandes medios que arrecia con furia creciente para garantizar la violación de la ley por parte del principal beneficiario de ese privilegio.

En Patria y Pueblo no creemos que el enemigo sea, como ahora se escucha, “la corpo Clarín”. El enemigo del pueblo argentino sigue siendo todo el sistema de sometimiento semicolonial y las clases sociales que con él se benefician. Esas fuerzas existen desde antes de que apareciera el diario “Clarín”, lo sostienen en la medida que les sirve, y seguirían existiendo aún cuando “Clarín”, por algún misterioso acontecimiento cósmico, desapareciera de la faz del planeta. Pero indudablemente la defensa del “grupo Clarín” se ha convertido, por el peso de los hechos, en una línea de combate crucial para los destinos de la patria... y el de sus enemigos.

Pues bien, los mismos que se indignaron ante el exabrupto de Larroque al punto de abandonar el recinto parlamentario no han dicho nada para denunciar los fines antidemocráticos de la marcha “autoconvocada” organizadamente para el 8 de noviembre próximo, cuyo único fin es defender el derecho de los poderosos a violar la ley (desde la regulación de los medios hasta la adquisición de divisas).

Los socialistas sojeros de Binner, portadores en su máximo dirigente de la “gran esperanza blanca” para las presidenciales de 2015, son expertos en ponerle la lupa a la roña a las uñas ajenas, aunque sean incapaces de limpiar sus propios establos policiales del estiércol del tráfico de estupefacientes. Pero nada dicen para denunciar la algarada que se prepara para el 8 de noviembre.

Son incapaces de proponer algo superador a lo que propone el gobierno. Se le oponen, entonces, escapando hacia atrás. Convocan al pueblo argentino a retroceder. 


Hay que asegurar que no lo logren.


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